empeñado como estaba
en vertir
cuencos de dudas, tus indecisiones,
divertíate
verme vaciar, sacrificado en mí mismo
como ofrenda de carnero la piel y
los excrementos te pertenecían
(rastros de la alergia mía)
si me seguías, alcanzábate
si buscaba, encontraba
no tu aliento y alma, tu risa
espantosa animaba
para tornar oda el hedor feliz que abraza
al aire húmedo del habla