El patio era pleno cuando el padre murió, pues los utensilios usados en el ceremonial, entre los que me incluía, se arremolinaban en torno al cadáver. En una dimensión contigua, un perro devanaba sesos, sin encontrar las respuestas. En una mesa, el vino.
Un conferenciante inédito, colocado ante los expectantes, llamó la atención del poeta.
«Completar hemos todos nuestras almas con pedacitos de hermosura. Así vagamos por el mundo, buscando la perfección. Así quiso El Creador que las más abundantes fuentes de plenitud tomasen forma de prójimo, dotando al ansia humana con ello de nombre propio –amor– y convirtiendo a todos los hombres en locos ávidos de placer. Así salvó a la humanidad, al proporcionarle su máximo instrumento de fecundidad.»
Tras lo cual, se encogió de hombros.
«Completar hemos todos nuestras almas con pedacitos de hermosura. Así vagamos por el mundo, buscando la perfección. Así quiso El Creador que las más abundantes fuentes de plenitud tomasen forma de prójimo, dotando al ansia humana con ello de nombre propio –amor– y convirtiendo a todos los hombres en locos ávidos de placer. Así salvó a la humanidad, al proporcionarle su máximo instrumento de fecundidad.»
Tras lo cual, se encogió de hombros.
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